Marruecos está situado en el extremo noroeste de África, en la frontera con Argelia, Mauritania y España. Bordeado por el océano Pacífico y el mar Mediterráneo, el país ofrece una rica diversidad de paisajes, mezclando regiones montañosas, zonas desérticas y vastas costas, todo ello repartido en casi 500.000 km2 (sin contar el Sáhara Occidental).
Antigua colonia bajo protectorado franco-español, Marruecos obtuvo su independencia en 1956. Ocupa el puesto 123 (de 191 países) en el Índice de Desarrollo Humano de la ONU, muy por detrás de otros países del Magreb como Argelia (91º) y Libia (104º). Su puntuación de 0,683 lo sitúa entre los países de desarrollo medio según la ONU, a pesar de tener un PIB de 132.000 millones de dólares.
Quinta economía de África, Marruecos se ha limitado durante mucho tiempo a una economía agrícola y artesanal. Sin embargo, la globalización ha abierto el país a ciertos sectores industriales, con una fuerte explotación de los yacimientos mineros (sobre todo de fosfato), así como una considerable exportación de productos manufacturados y de ciertos productos agrícolas.
Sin embargo, la riqueza sigue estando muy desigualmente distribuida; cerca del 15% de la población vive por debajo del umbral de la pobreza, mientras que solo los tres marroquíes más ricos poseían 4.500 millones de dólares (44.000 millones de dirhams) en 2018. La alfabetización también es un reto importante, especialmente para las mujeres rurales, aunque la situación mejora constantemente: la tasa de alfabetización global pasó del 52,3% en 2004 al 64,1% en 2019.
Marruecos es uno de los países más turísticos de África, con un récord de 13 millones de visitantes en 2019. Pero los viajeros son reacios a aventurarse fuera de destinos emblemáticos como Marrakech o Agadir, y el turismo de masas sigue siendo predominante y alejado de la mayoría de las zonas rurales. El turismo sostenible representa ahora una gran oportunidad para el desarrollo de las economías locales en estos territorios poco frecuentados.