Viajar y volver: hacer frente a los choques
Autor : Charli Nicolas
Tiempo de lectura : 5 minutes
Cuando se viaja a países lejanos, y sobre todo cuando se elige viajar fuera de los circuitos habituales, puede ocurrir que la diferencia cultural entre uno mismo, su entorno y la gente que conoce o el nuevo ambiente que descubre sea tal que pueda crear un choque emocional o incluso físico. Según el diccionario de la lengua francesa, «el choque cultural designa la confusión y la inadaptación personal provocadas por la experiencia de una cultura extranjera diferente de la propia o de su anticipación».
Esta noción puede abarcar varios aspectos, como el idioma (ocurre sobre todo en países donde el alfabeto es diferente al nuestro, como Japón), la gastronomía o incluso las costumbres y valores que crean un abismo entre dos entornos que parecen muy diferentes.
No es raro sentirse incómodo cuando se viaja por primera vez a un país donde las referencias culturales distan mucho de su cultura, y a veces incluso son discordantes. Cada cual tiene su propia capacidad de adaptación.
Puede reconocer los signos del choque cultural cuando viaja. Cada persona reacciona de forma diferente al cambio, pero algunos síntomas son reconocibles. Entre ellos están el cansancio, la irritabilidad y la falta de entusiasmo por la novedad y el descubrimiento de una nueva cultura.
Según los sociólogos que han estudiado el fenómeno del choque cultural, hay tres fases principales de reacción ante una cultura extranjera. La primera fase se denomina fase de luna de miel, que es en realidad la fase de descubrimiento: uno está maravillado por el mundo que está descubriendo, quiere probarlo todo, verlo todo, conocer a todo el mundo, etc. La segunda fase se denomina fase de desapego.
La segunda fase se denomina «de angustia»: empieza a producirse un shock y empezamos a sentir síntomas de frustración e incluso de enfado con el mundo que nos rodea.
Por último llega la fase de adaptación: hemos absorbido la información sobre el nuevo mundo en el que nos movemos, desarrollamos cierta rutina, hábitos que nos permiten sentirnos bien y vivir «como los lugareños». Así se consigue adaptarse a esta nueva cultura.
Evidentemente, se trata de un análisis sociológico teórico, ya que cada persona experimenta el choque cultural de distintas maneras y según distintos procesos.
No existe una cura real para el choque cultural, ya que se trata de un proceso psicológico difícil de prever. Sin embargo, antes de emprender un viaje, es importante informarse sobre el fenómeno y prepararse para cualquier trastorno. Informarse sobre la historia del país al que se va, sus costumbres, hábitos, diferencias culturales, temas delicados y especialidades culinarias le dará una idea de cómo comportarse en determinadas situaciones.
Sin embargo, no debe temer este choque, sino intentar anticiparlo en la medida de lo posible para limitar su impacto negativo, ya que le enseñará mucho sobre el país de acogida y sobre usted mismo.
Además, la belleza del viaje y del descubrimiento también reside en lo desconocido; lo importante es adoptar una actitud de apertura, tolerancia y curiosidad, siempre desde el respeto.
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Curiosamente, los niños suelen ser menos propensos al choque cultural porque son más adaptables, desprejuiciados y abiertos al descubrimiento. Le invitamos a leer el artículo escrito por Elodie Pellequer, sobre una exploración familiar de tierras solidarias, ¡verá que los niños suelen adaptarse mucho más fácilmente que nosotros!
El turismo fuera de los caminos trillados es la forma ideal de descubrir un país de forma auténtica, lo más cerca posible de las comunidades. Así que no dude en lanzarse. Con Village Monde, podrá apoyarse en este enfoque al tiempo que participa en el objetivo de la ONG: promover el bienestar de las comunidades locales e identificar proyectos de turismo responsable en las regiones más remotas.
A menudo oímos hablar del choque cultural, pero no lo suficiente del choque del retorno, que también varía mucho de una persona a otra. Y es erróneo pensar que hay que marcharse durante mucho tiempo para experimentar una situación tan desestabilizadora a la vuelta.
El «shock del retorno» describe la sensación de desarraigo o confusión que puede experimentarse al volver al país de origen tras una estancia prolongada en el extranjero. Contrariamente a lo que se espera, el retorno no siempre significa una simple «vuelta a la normalidad». La vida en casa ha evolucionado sin nosotros, y a menudo volvemos transformados por nuevos hábitos, valores y perspectivas.
Este contraste puede crear un sentimiento de extrañeza, incluso de nostalgia, como si nos hubiéramos convertido en «extraños en casa».
Para suavizar el golpe, es aconsejable abordar esta transición con paciencia. Es esencial darse tiempo para reajustarse, sin presionarse para volver a «como antes». Reconectar gradualmente con las rutinas y los puntos de referencia del entorno original ayuda a recrear una sensación de estabilidad. Además, compartir sus experiencias y anécdotas con sus allegados, o incluso anotarlas en un diario o blog, ayuda a exteriorizar y dar un lugar a este periodo enriquecedor, al tiempo que ayuda a los que le rodean a comprender mejor los cambios que ha experimentado. También es una buena idea mantener el contacto con las personas que ha conocido durante su estancia.
Por último, ponerse en contacto con grupos o comunidades de ex-expatriados puede ofrecer un apoyo inestimable: estas personas están familiarizadas con los retos de volver a casa y pueden ofrecer un oído comprensivo y consejos sobre cómo superar este periodo de readaptación con más éxito.
En resumen, tanto si se viaja durante tres semanas, tres meses o tres años, es posible que se experimente cierto grado de shock, tanto sobre el terreno como a la vuelta, lo cual debe considerarse parte normal del proceso de aprendizaje, dado el carácter enriquecedor y transformador de este tipo de experiencias. Conocer estos fenómenos de antemano y reconocerlos cuando los experimentamos ayuda a relativizarlos. También puede ser beneficioso compartir los sentimientos con personas de confianza o con profesionales de la salud mental.
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Crédito de la foto: Choque cultural y adaptación – ULaval
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